¡Compartir, disfrutar, aprender! La riqueza del encuentro intercultural
Una caminata, una comida, disfrutar de nuestro deporte favorito o compartir una conversación amena… Con independencia de la cultura, edad, religión, etc., siempre podemos encontrar coincidencias que nos permiten el acercamiento a otras personas. Aunque a veces no lo parezca, tenemos más cosas en común de lo que imaginamos y, al hablar del encuentro entre comunidad migrante y comunidad de acogida, nos sorprenderíamos de lo mucho que podemos aprender y disfrutar, si tenemos la disposición al DIÁLOGO.
Desde DPC procuramos prestar atención a lo cotidiano, haciendo de cada momento una oportunidad para que lo diferente se encuentre creando espacios de igualdad. Nos alegra darnos cuenta de que estos espacios van más allá de las tareas formalmente derivadas de la asociación, haciendo del intercambio cultural algo cotidiano y estimulante a nivel personal.
La convivencia: un puente hacia la inclusión y el beneficio mutuo
Favorecer que crezcan los momentos en que tanto personas migrantes como no migrantes compartan la cotidianidad nos parece que ayuda a normalizar lo que nunca debió ser excepcional. No estamos hablando de grandes eventos —que también son interesantes—, nos referimos, por ejemplo, a ese tomar café juntos y hablar de lo que nos pasa. Y también hablamos de pedirnos ayuda recíprocamente ¿cuántas mudanzas habremos hecho juntos?
Estos espacios permiten a las personas migrantes sentirse bienvenidas y valoradas, mientras que la sociedad de acogida puede conocer y apreciar la riqueza de la diversidad cultural aprendiendo a relativizar sus problemas. Esta interacción no solo derriba barreras y prejuicios, sino que también fomenta el respeto mutuo y la comprensión.
Aunque, en un primer momento, el acercamiento que tenemos con la comunidad migrante sea a través de nuestros programas destinados a apoyar su proceso de inclusión, atesoramos los encuentros que se dan de manera natural en el día a día. Es en esos momentos en los que prevalece la empatía, se gesta la confianza y el intercambio desde “iguales”. No hay culturas dominantes, nos abrimos a lo diferente y nos complementamos ¡A eso aspiramos! A disolver las ideas preconcebidas que tenemos de la otra persona y a ver al ser humano que tenemos delante en su singularidad, sin importar que comunidad pertenezca.
¡Celebrar, compartir, crecer!
Las tradiciones, las formas de celebrar la vida, el intercambio culinario o la manera de disfrutar del tiempo libre… son escenarios en los que podemos encontrar cosas comunes y aprender de las características de cada cultura. Compartir espacios públicos y privados, desde la diversidad, va configurando nuevas formas de hacer comunidad. En definitiva, colaboramos con las personas migrantes en el fortalecimiento de su sentido de pertenencia y la sociedad de acogida enriquece su perspectiva sobre las interacciones sociales basadas en el respeto, la tolerancia y la empatía.
¿Compartimos también el dolor?
El dolor y la pena, la incertidumbre, la soledad y la nostalgia… todos estos sentimientos son tan universales como una sonrisa. La salud mental, lamentablemente, suele estar en un segundo plano, más cuando nos referimos a la comunidad migrante. En el día a día, cada persona se preocupa por “lo urgente”, lo primordial para vivir con dignidad en el país que les ha acogido. Pero, al terminar el día, se abre el portal de los sentimientos y emociones que no son fáciles de compartir cuando las redes de apoyo son limitadas.
Crear un entorno seguro, sin prejuicios y con empatía, permite a toda persona hablar su sentir. Y esto es aplicable tanto para la comunidad migrante como la de acogida… Muchas veces, con el simple hecho de escucharnos los unos a los otros, estamos haciendo la diferencia.
En un mundo cada vez más interconectado, la migración se ha convertido en un fenómeno global que toca la vida de millones de seres humanos. La convivencia entre personas migrantes y la sociedad de acogida es un desafío y una oportunidad para construir comunidades más inclusivas, solidarias y diversas. Desde DPC, destacamos la importancia de compartir espacios de convivencia para fortalecer el tejido social y promover una inclusión efectiva y enriquecedora para todas las personas.